sábado, 2 de febrero de 2008

Barrio Sésamo, Tigretones y otros recuerdos


Un globo, dos globos, tres globos, lo veía en blanco y negro en la “tele” de unos vecinos. En una de esas casas con pasillos grandes y muchas habitaciones para familias con seis o siete hermanos, donde jugábamos al escondite, a las tinieblas o a guardias y ladrones.
Llegó Heidi, los sábados después de comer y antes de bajar al parque a jugar con arcos y flechas hechas con las ramas del sauce, a hacer “chocolatada” con el barro, a merendar en el banco con la “chica”, que no dejaba moverse hasta terminar el bocadillo y a correr a la “cestera” a comprar pipas, chicles “cheiw junior”, sobres de muñequitos de plástico y “refrescos”, esos en polvitos en el que se untaba el dedo para chuparlo luego.
Después fue “marco”, más tarde “mazinguer z”, “Orzowei”, “Sandokan”, y los dibujos patrios de “Don Quijote”.
Las colecciones de cromos de Danone, los “Mi merienda”, “tigretones”, “bonys” y “pantera rosa”. La “bici” BH, primero alquilada en algún parque y luego propia. Primero con cuatro ruedas, luego las aflojabas y al final con dos. Esas bicis con un estuchito colgando de la parte trasera del sillín

Los primeros patines, esos con correas y ya más mayorcitas la llegada de patines con zapatilla converse “jhon smith”, alucinadas con la película Xanadú, queriendo emular a Olivia Newton Jhon patinando.
Pero antes estuvieron las modas de juegos, la época de los cromos, los pequeños, los grandes y los de brillantina, que eran lo más. Las peonzas, la cuerda y la goma. Y llego el blandiblu. Primero el verde y después el amarillo con ojos y el morado con lombrices. Los “Peta-zetas” que los comías en clase hasta que acabaron requisándolos. Las tardes al salir del “cole”, la llegada a casa y ver la “tele”, la primera en color. Maria Luisa Seco y Luis Ricardo, “Kantidubi-kantidubi dubi da-YA”, Epi y Blas, Coco, Triki y compañía. Y aquella colección de Barrio Sésamo en historieta dibujada que me compraban en el kiosco cuando las notas eran algo buenas. Además del mortadelo, del TBO con sus inventos y la familia Ulises, el pulgarcito o el zipi y zape. Luego empezaron a circular aquellos de Esther, Lily e incluso el súper pop, que aunque no eran de mi devoción, por ahí andaban.
Los rotuladores standler, los cajas de lápices de colores, los plastidecor, los libros esos gordos que ponía “Películas” de Hanna-Barbera, eran algunos regalos típicos de las fiestas de cumpleaños y las piruletas o chupa-chups que se repartían el día del cumple en el cole.
Las “Catiuscas” de snipe, los chubasqueros que se hacían una bolsita para llevar enganchados en la cintura, las pulseritas hechas con alambres de telefónica o las primeras chapitas con los grupos del momento eran algunos de los atuendos. Y mucho antes de eso estaba el odiado verdugo.
La película de la guerra de las galaxias, la de superman, las de Bud Spencer y Terence Hill, Las de aeropuerto, las de 007 y antes de eso, las de Disney o las de Cantiflas y Louis De Funes. Cuando primero había No-Do, que ya era el final de aquel invento y luego, más adelante, tras los anuncios había descanso para cambiar el rollo, tocaban un timbre y todos adentro, en esas salas grandes, algunas con palcos y muchas con anfiteatro. Llego Grease y más tarde Pesadilla en Elm Street.
Entonces también apareció uno de los mejores programas de televisión, la bola de cristal, de la que ya se han dicho muchas cosas. Estas y otras muchas cosas más evocan la infancia de los nacidos en los primeros 70 e incluso al final de los 60. Después llegarían otros recuerdos de la adolescencia y la primera juventud.




Un video del programa de Barrio Sésamo, incluido en un principio en Un globo, dos globos, tres globos.

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